De vuelta, dos de los cinco “Cuadernos de Bitácora” que han regresado a nuestro país después de tres años viajando por todo el mundo, mientras reproducían la hazaña de Magallanes y Elcano.
El galardón, en la categoría de colegios, a la Innovación Pedagógica y Didáctica fue entregado al proyecto “Cuadernos de Bitácora”.
El Ministerio de Cultura español ha financiado la traducción de la obra, que ha formado parte de los materiales didácticos del proyecto pedagógico de la CEU UCH y las Fuerzas Armadas de Valencia sobre la gesta naval de Magallanes y Elcano
El colegio Pio XII de Valencia recibe la visita de dos de las componentes del equipo de la Universidad CEU Cardenal Herrera
En esta época se construyeron nuevos tipos de embarcaciones que favorecieron las expediciones marítimas oceánicas. Las principales transformaciones se produjeron en las formas de los cascos y el tamaño de los barcos, perfeccionándose el uso del timón y mejorándose el velamen.
Los barcos empleados en la navegación oceánica durante esta época fueron básicamente la Nao y la Carabela, aunque esta última se irá sustituyendo por el Galeón y posteriormente por el Navío de Línea.
La Nao: las carracas del medievo se volvieron naos, más capaces, más manejables, con castillos a popa y a proa, y más velas cuadras, aunque solo podían navegar aproximadamente hacia donde soplara el viento. Con un porte aproximado de 200 hasta 600 toneladas.
La Carabela: nacida de un proceso evolutivo cuyo origen radica en la galera mediterránea y el cárabo moro, la carabela poseía buenas cualidades marineras y, sobre todo, capacidad de navegar ganando barlovento. De poca manga y bastante eslora, aparejada con velas latinas y con un porte aproximado de entre 30 y 70 toneladas.
Por las instrucciones náuticas y por los pequeños dibujos que adornan los mapas de la época, sabemos que las carabelas medían entre 20 y 30 metros de eslora (largo) y entre 6 y 10 de manga (ancho), y que calaban uno o dos metros; que eran de baja borda y que sus altas velas latinas no permitían castillo en proa. Eran más esbeltas y livianas que las naos, y en puerto o calmadas hasta podían maniobrar a remo.
Colón se refiere en su diario, casi un centenar de veces, a la Santa María como “nao” y más de un centenar a la Pinta y a la Niña como “carabelas”. Luego es claro que el descubridor estableció una diferencia.
La Armada que dio la primera vuelta al mundo no llevaba más que una carabela, la pequeña “Santiago”, las demás eran naos. En tiempo de Colón la tripulación dormía a la luz de las estrellas, todos menos el Capitán que dormía en el castillo de popa. En tiempo de Magallanes ya había varias “cámaras” de oficiales en el castillo de popa.
Pero las necesidades del cuerpo se seguían haciendo por la borda y la comida poco había mejorado: carne o pescado salados, con lentejas o garbanzos; pan hecho con harina salada; vino tinto mientras durara, y después agua rancia hasta que se recogiera lluvia en una vela.